“El oro de la liebre”, Martin Baltscheit y Christine Schwarz
Original en alemán “Das Gold des Hasen”.
Traducción: Lorenzo Rodríguez López
Lóguez Ediciones, 2015
Después del entierro, se reunieron todos en la gran pradera. Y no porque la liebre les cayera bien, sino porque había un testamento.
Escrito por el alemán Martin Baltscheit (Dusseldorf, 1965), magníficamente ilustrado por Christine Schwarz y traducido al castellano por Lorenzo Rodríguez López, “El oro de la liebre” es una interesante fábula coral en la que los animales del bosque despiertan a una realidad nueva, hasta ahora desconocida para ellos: el deseo de riqueza.
La liebre cede un arcón lleno de oro. A partir de ese momento, todos los seres salvajes se congregan, alentados por el deseo, y empiezan a sacar sus armas dialécticas para demostrar quién es el más miedoso. Su único fin: conseguir el botín.
Miedo, expectación, impaciencia. Engaños, inseguridades. Las emociones penetran entre las correrías del bosque. La lechuza, sabio animal dedicado a la tarea de mediación, se encarga de servir el debate discursivo entre los seres salvajes -la serpiente, los ratones, la carpa, la gallina, la oruga, la mosca, la lombriz-, quienes discutirán, hasta el final, quién, de todos ellos, es el más miedoso de todo el territorio. Porque hay una gran recompensa en juego y hacia ella se mueven, inquietos.
Lo que no sabíamos era que la liebre es, de todos, el auténtico animal miedoso. Y alguien seguirá sus pasos.
¿El deseo de riqueza sigue siendo importante?
En “El oro de la liebre”, la muerte aparece, de la mano del lenguaje, como elemento natural y desnudo en la fábula; un elemento que humaniza y deshumaniza a los animales según el momento, y que los hace viajar hacia una trama de sospechas y traición que, lamentablemente, a nosotros como humanos nos suena bastante familiar. En el punto en que la fábula se acerca peligrosamente al comportamiento humano, la historia se destensa y llega el revelador final.
Que aquí no os voy a revelar 🙂
La traducción, nítida, es imperceptible, lo que asegura su calidad. Como de costumbre, las traducciones invisibles son las buenas, pero eso no quiere decir que la crítica también sea invisible. La traducción es buena porque nos ha permitido olvidarnos del alemán.
Las fábulas cuentan mucho. Penetran de manera profunda -como las pupilas de la liebre, cuya ilustración en portada llama la atención por su insondable mirada- en valores como la justicia o en sentimientos como la codicia. Nos pueden parecer frescas y anecdóticas o nos pueden incomodar.
Esta fábula incomoda. Como tiene que ser.