Él apostaba por la relación
pero le escribió en una breve nota
que no, que no quería ir a conocer a sus padres,
y se lo dijo en serio
-pura congoja-.
Pero ella pensó
que él no quería ir en serio,
que su relación ya no valía un imperio,
que la estaba abandonando.
Y no era por haberla dejado de amar,
era por no saber puntuar
-llevaba (la ortografía) floja-.
Y encima se reía…
pues era un cabrón.
Ahora lo veía:
uno más entre el montón.
El malentendido
estaba servido…
oscuro asunto
de un amor maltrecho,
de un hombre sin provecho.
Y punto.
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