El baile y el roce entre autor y traductor: parejas y tríos en la traducción

Explica la escritora y traductora italiana Lucia Pietrelli¹ (Pietrelli, 2012) que es duro creer en la posibilidad de comunicación entre los seres humanos. Estoy totalmente de acuerdo, aunque esta frase sea un inicio decepcionante para un artículo coronado con un título tan fogoso. El traductor, como toda persona, habita en la oscuridad salvaje del pensamiento y desde ahí debe iniciar un viaje que lo llevará a la traducción, cuya verdad es siempre deseada, nunca completada.

Traducir es un deseo incesante de querer explicar. Nos lo expone con brillante sencillez Vicente Fernández González en su prólogo²: “Hablar es querer decir, y querer decir es traducir” (Fernández González, 2008). Cuando traducimos, salimos a circular por el sistema de la lengua y debemos respetar todas sus señales de tráfico, sirviéndonos de la palabra como volante. Porque no nos engañemos: la palabra no es un aderezo bucólico. La palabra es el mismísimo signo del lenguaje.

Nos podemos enamorar con la palabra; o, por culpa de ella, resbalar y caer en la desventura. El traductor es consciente de todo y asume el riesgo porque agarra el pensamiento y lo concreta y se pone a traducir realizando un acto de amor.

¡Por fin la cosa se pone interesante!

Autor y traductor se acercan por necesidad. Se rozan. Pero nunca se llegan a fundir del todo. Tiene que existir una necesaria compenetración entre ambos: es una carrera al unísono. El traductor olisquea los ecos de la lengua original y a partir de ahí construye un texto vivo, nuevo, paralelo, con entidad e integridad, en la lengua de destino.

¿Fácil?

Pero sigamos con el roce, con el baile. La terminología clásica de la traducción nos habla de los conceptos de fidelidad y de respeto entre autor y traductor como pilares básicos en el transvase de las lenguas. Así se entiende el proceso que debe guiar toda traducción, pero la consabida fidelidad, ¿es una fidelidad que ajustamos a nuestra medida, como traductores? ¿Se puede ser fiel relativizando la verdad? ¡¿Pero qué verdad, si el lenguaje está plagado de ambigüedades?! Lo cierto es que cuando el traductor versa palabras, a la vez está leyendo, recordando, reinterpretando y volviendo a construir. ¡Todo a la vez! Parece mucho para una pareja de baile que pretende entenderse: las dos mentes colisionan; demandan autoría y, además, pertenecen a mundos distintos, pensamientos distintos, lenguas distintas.

Vamos a complicarlo más (o a divertirlo, si acaso): los tríos. Recupero ahora las palabras de Pietrelli³ cuando dice que, alrededor de la lengua, se erige la trinidad formada por la Persona-Lector-Escritor. ¡No hay dos sin tres! A la dialogía bajtiniana debemos añadir una tercera persona en discordia. En efecto: “una trinidad formada por las experiencias y las lecturas que se suman y que explotan a la hora de expresarse a través de palabras, propias y ajenas”, dice Pietrelli. Hay una persona que se convierte en escritor porque ha sido, es y será lector. En esta relación entre tres es donde las experiencias y recuerdos desempeñan un papel crucial, pues forjarán un discurso que, en el mejor de los casos, pretende ser fiel al original. Y lo es, con otras palabras y modos.

Hablar y escribir es recordar, que es, a su vez, traducir. Nos pasamos la vida traduciendo, pasando por el tamiz los recuerdos. Si además lo hacemos delante de un texto, con unas palabras ajenas, la cosa se complica sobremanera. Menos mal que el traductor no se atemoriza: es un intrépido buscador de significados y no se conforma con una única lengua, la suya. Le gusta emprender un viaje de la mano del autor y llegar al mismo puerto juntos aunque el país sea distinto, sin perder de vista a su autor en ningún momento. ¡Eso sí que es amor!

Porque no olvidemos que, cuando traducimos, trabajamos con la palabra del otro y la palabra a veces es liviana, resbaladiza, buena o peligrosa, pero nos mantiene vivos.

¹ XX Seminari sobre la Traducció a Catalunya. La traducció de poesia. AELC. 2012.
² La Traducción de la A a la Z. Vicente Fernández González. Berenice, 2008
³ XX Seminari sobre la Traducció a Catalunya. La traducció de poesia. AELC. 2012.
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Acerca de Vicky Martín

Vicky Martín (Barcelona, 1982) es escritora y traductora. Reside en Barcelona, donde imparte talleres de escritura y ofrece sesiones de cuentacuentos. Escribe novela de fantasía, poesía y relato corto y ha publicado traducciones, poemarios y reseñas literarias para diferentes editoriales y revistas (A les Barriades!, 2013; Barcelona Review, 2016).
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2 respuestas a El baile y el roce entre autor y traductor: parejas y tríos en la traducción

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