–¿Qué?
–Trabajo mucho. ¿No lo sabes?
–¿Sí? ¿Cómo es eso?
–¿Cómo que ‘cómo es eso’? Porque hay que hacerlo. Hay que comer, digo… hay que trabajar, para comer. Y a esos del ayuntamiento, yo les doy de comer.
–Pero ellos trabajan.
–No. Yo más.
–¿Cómo lo sabes?
–Porque sí. Porque lo veo.
–Pero ¿tienes tiempo de verlo? ¡Si estás trabajando!
–¡Agh! Me cuesta trabajo entenderte.
–¿Por qué?
–….
–Mira, déjalo ya. Me estás haciendo trabajar demasiado. Y es el pez que se muerde la cola. Si la gente trabajara más, nos iría a todos mejor.
–¿Más? Cuánto.
–Pues no sé. Más. Más horas, más jornada.
–¿Media, completa, partida, fraccionada, en porciones? ¿¿Todo el día??
–Hay muchos que no dan palo al agua. Tú ya sabes lo que digo. Y luego se quejan de que no les llega. Pues sí que les llega…. el morro al suelo; todo el día haciendo el vago…
–Trabajas mucho, entonces.
–Mucho. Mucho. Muchísimo. Yo ya no hago más, que pensar en dejar trabajar.
-¿Y qué harás?
–No lo sé… dejar de trabajar.
–¿Y?
–Pues eso. Dejar de trabajar y dedicarme a… a…
–… ¿disfrutar?
–Eso. Eso quería decir. Exactamente eso.
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