Oda a los traductores

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Los traductores

moqueamos,

lloriqueamos,

nos lamentamos

en un estulto ejercicio

que consiste en lamer

nuestras heridas de guerra editorialista

y nos cabreamos contra un mundo

creado para los que siguen el credo

de lo culturalmente rentable,

y nos planteamos

que quizá lo creativo

es un timo,

y en seguida

anhelamos otro trato

y así pasamos el rato,

pero también tenemos tiempo

de enfadarnos contra nosotros mismos

y de creer tocar el abismo

cuando, de pronto, encontramos la solución

y volvemos a coronarnos reyes de la independencia absoluta.

Y de la soledad.

Los traductores

tropezamos,

nos atolondramos

y defendemos

nuestros textos

con uñas y dientes.

Y un tiempo después,

cuando todo se ha acabado,

cuando la traducción ya hemos entregado,

empezamos a notar

un síndrome de abstinencia

que no tarda en llegar,

y entonces

moqueamos

lloriqueamos

nos lamentamos.

Y así nos damos cuenta

de que ya es tarde.

Ya no podemos sacudirnos

la fructífera adicción:

la traducción.

Una respuesta a “Oda a los traductores”

  1. Avatar de llumdemar

    Soy faaaaaaaaaaaan faaaan fan tuya!

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