La última caricia de Candelas

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La última caricia

vuela

como un zepelín

hacia la eternidad del olvido.

Y parece que nunca te la hubiese hecho.

Pero mi tacto me dice que sí,

que lo hice: estaba a los pies de tu cama

y tu olor era suave; y el terciopelo de tu piel

creaba en mis sienes una sensación engañosa.

Ahora ya es tarde

para intentar recuperarla

porque nunca más volverá.

Tu mano, caliente e hinchada, se abría con parsimonia.

Era una preciosa flor terriblemente perecedera.

Y yo lo supe.

Por eso te la cogí, y deseé congelar el momento,

pero deseé también

respirar tu respiración

y bombear con tu corazón.

Y lo hice durante unos instantes.

Ahora lo que bombea

son mis recuerdos: salen a borbotones, y duelen como la herida más profunda, reciente y fresca.

Si tengo que acostumbrarme a vivir sin ti,

lo haré con una mueca de disgusto

porque hasta el tacto se ha desvanecido,

el tacto suave de la última caricia,

y no lo encuentro aunque lo busque.

La caricia se fue

y regresaron los recuerdos.

Jamás se cruzaron en el viaje.

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