un enigma y el porqué te estaré siempre agradecida

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Hace un año, te encontré en la calle. Yacías boca arriba, estirada entre dos baldosas y tu cuerpo apareció cubierto por una capa inespecífica de polvo y mugre. Te habían pisado. Te habían ninguneado. Te recogí del suelo, te acuné en mi mano y te abrí las puertas de mi casa.

Siempre me han obsesionado las palabras. Cada una de ellas es una elección, una arteria que riega una emoción u otra y que impulsa un movimiento preciso. Las letras son mi juego preferido. Cambiarlas, desordenarlas, sentir su sonido sibilante, fricativo o sensual-bilabial siempre ha sido mi mejor pasatiempos.

Haberte encontrado ahora me parece la ironía definitiva. Pero hace un año, me causó dolores de cabeza, pues debía resolver el enigma que me planteabas a toda costa.

Pocas semanas antes de haber dado contigo en plena calle, recibí la peor noticia. Una persona indispensable en mi vida había sufrido un accidente de tráfico. El pronóstico era grave. Por eso intuía que venías a contarme algo. ¿Eras la T de ? ‘Tú’ es un pronombre personal invaluable en nuestra vida; yo lo había emulsionado innumerables veces con mi persona indispensable. Nacemos solos y moriremos solos y, mientras tanto, ¿cómo nos sostenemos? Con el ‘tú’.

Seguí pensando en el quid del enigma: resolver la palabra que escondías. Pese a tu pequeño tamaño, me tropezaba cada dos por tres contigo, dental oclusiva sorda. Aparecías en el fondo de cualquier cajón fácilmente deslizable. Tu sombrero se clavaba entre las páginas del libro de mi lectura nocturna. Me susurrabas tu palabra mientras dormía, en el preciso instante letárgico que precede al despertar de un sueño profundo, cuando apenas podemos discernir dónde estamos o cuál fue la última frase onírica que dijimos a nuestro enemigo. Te escapabas de nuevo. Parecía que quisieras palpitar dentro de mí, y evaporarte a la vez.

Abrí los ojos.

La letra había crecido cien veces su tamaño y había escapado de mi mano.

Por fin lo había resuelto.

Eras la T de tiempo.

Tiempo que no había pasado contigo. Tiempo que había desperdiciado poniendo otras estúpidas cosas por delante.

Recibí una llamada. Salías de la UCI. Habías salvado la vida.

La alegría llegó en forma de lágrimas desbocadas.

Cómo había podido ser tan torpe.

A partir de aquel día, aproveché todos y cada uno de los días a tu lado. No quise recuperar el tiempo perdido -eso nunca vuelve-, sino aprender la lección que me daba la vida y ponerte muy cerca de mí, apartando de un manotazo todo lo falsamente urgente, banal, fútil y absurdo.

Todo el tiempo del mundo para ti, mi persona indispensable.

Gracias, T, por haber aparecido en mi camino.

T estaré siempre agradecida.

T encontré

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