-Te quiero.
-Y yo.
[Frunce el ceño]
-… ¿Por qué siempre dices ‘yo también’?
-¿Cómo?
-¿Por qué nunca dices ‘te quiero’? Siempre dices ‘yo también’
-No. Siempre digo ‘y yo’ y es lo mismo que ‘te quiero’
-No es lo mismo.
-Sí es lo mismo.
-No es exactamente igual. Diciendo ‘y yo’, solo te sumas a la idea.
-Pues no sé. No soy consciente. Quizá tú tienes más iniciativa. Quizá no me gusta calcular tanto mis palabras.
-Pues ya hago yo los cálculos. Un ‘te quiero’ vale más, aunque solo sean dos palabras. Y tú lo único que haces es agregar un ‘y yo’, que vale menos.
-Más vale agregar que restar.
-Pues a mí ya me empiezan a fallar los cálculos, contigo.
-Pues a mí ya me empiezan a cuadrar, por lo poco que follamos últimamente.
-Pues no sé. Quizá tú tienes más iniciativa. Quizá no me gusta calcular las veces que lo hacemos.
-En mi calculadora sale un cero.
-Estoy de acuerdo.
-Y yo.
-Bien. Cálculos hechos.
-Te quiero.
-Y yo.
-Lo vamos a solucionar.
-Me sumo a la idea.
[…..]
[…..]
-Esto no estaba calculado.
-Te quiero tanto.
-Y yo.
-¡Ah! Ahora eres tú quien ‘se suma’ a la idea.
-Me da lo mismo. Volvamos otra vez.
-He perdido la cuenta.
-Y yo.

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