Esta es la historia
de una madre drástica
que tuvo una idea fantástica,
pues quiso confundir
la crema solar
con la cola blanca… de enganchar.
–no era dañina, era de uso escolar–.
El niño de la bicicleta
–su hijo, si este dato te inquieta–
vociferaba en la playa,
y se pasaba de la raya,
exigiendo su helado
–de tres bolas y chocolate caramelizado–.
La madre untó a su hijo
del pegajoso ungüento blanco
y el niño quedó contento
y encolado,
pues pensaba que pronto llegaría su helado.
“Esto huele a detergente”, dijo él.
“Primero la crema. Sé paciente”.
El resultado fue soberbio:
una hierática paloma asceta,
–cero rabieta; totalmente quieta–
enganchada a su sillín,
sereno velero bergantín,
empuñando el manillar,
blanco hasta el paladar,
leyendo en el firmamento
el proverbio estelar:
“El Paraíso está en el regazo de una madre”