Barcelona. Viernes 20 de marzo de 2015. Ha pasado más de una semana y me dispongo a escribir una crónica de mi jornada en el festival. Prescindo de la presteza de un rotativo periodístico. Escribo mi crónica una semana después. Escribo a ritmo burocrático. Escribo mi pequeña crónica y además me permito usar el presente histórico. Por si acaso.
Quizá el Kosmopolis represente un encuentro vanguardista entre agentes literarios, pero los textos, en su vertiente escrita, vienen de antiguo. En Kosmopolis 2015 se ha hablado de Dante; se ha hablado de los griegos y se ha hablado de Kafka.
Las paredes del CCCB, cubiertas de un manto de mariposas negras. Diseño del artista mexicano Carlos Amorales
Vuelvo a situarme en el penúltimo viernes del mes de marzo 2015. Acudo puntual pero no a la hora del té. Porque es temprano y el sol se resiste a salir. Se dice que habrá un eclipse lunar entre las 9:00 y las 11:30 am. Lo único que siento es la estimulante incomodidad de un viento agitado, que viene y va en rachas de fría impaciencia. El viento golpea, asimismo, contra el plástico de los stands del Pati de Dones del CCCB, que aguardan a ambos lados en silencio. Mi primera cita es la tertúlia-taller de Eduardo Lago, escritor, traductor, profesor, lector. El taller lleva el sugerente título de “Formas de envolver el vacío: de La broma infinita a Inland Empire”. La trayectoria de Lago representa el círculo idóneo de la contemplación de la obra: traductor y traducido. Como autor invitado al Festival, se aprecia desde la distancia corta su sublime dedicación, por encima de todas las cosas, a la lectura.
En su conferencia-taller, Lago reflexiona en torno a la visión estética del director de cine David Lynch como telón de fondo para aproximarse a la obra de un respetado autor de la literatura contemporánea americana como es David Foster Wallace. En palabras de Lago, Wallace, además, tenía una visión particularmente afinada del cineasta, con quien compartía quizá una manera similar de abordar lo artístico. El propósito de Lago es doblemente (o triplemente; se puede multiplicar a gusto del lector) interesante: aprehender dos constelaciones artísticas como Wallace y Lynch y relacionarlas semánticamente en tiempo y espacio; reflexionar en torno a cuestiones tan inherentes a la escritura como la noción de angustia, la siempre anhelada experiencia narrativa y la soledad del escritor y, por último, hablarnos de lo que pasa hoy en día con nuestro mundo, con nuestra cultura, y con el imaginario literario en relación al escritor, que es por definición también lector. En última instancia, Eduardo Lago nos ha hablado de cómo disfruta leyendo y releyendo y creo que de eso es de lo que se trata. De leer durante nuestra vida como mejor manera para intentar entender lo que no se puede entender.
Durante el taller, pudimos ver diferentes fragmentos de Inland Empire que ayudaban al autor a avanzar en sus reflexiones. ¿Qué es la lectura frustrante? La lectura frustrante nunca es completa; siempre hay ausencia. En lo ’no-dicho’ se da un suspenso del entendimiento que se relaciona con la verdad del texto. Y, ya que hablamos de la lectura, ¿por qué no hablamos de la manera de vivir la lectura? La lectura en muchos casos -y especialmente en lo que concierne a las publicaciones eminentemente comerciales- es entendida como una búsqueda inmediata del sentido. ¿Y si ese sentido no está donde queremos que esté? En la lógica del capitalismo, la lectura es igual a una transacción monetaria: pagas para que te hagan reír. ¡Es eso lo que buscas! Quiero una novela fresquita. Que me entretenga y no me haga pensar. Tenemos que apostar por autores que cultiven lo artístico. En efecto, en lo artístico la obra produce cierta inquietud que se desliza dentro de tu cabeza porque ese es su lugar.
Lago nos propuso más fragmentos de Inland Empire como motor de su discurso. ¿Qué es el humor? ¿Cómo se produce y cuántas coordenadas culturales se necesitan para propulsarlo? Sin duda, Estados Unidos es el máximo estandarte de las risas enlatadas, aquel elemento catalizador de la reacción fisiológica de la risa que hace que la cultura americana tenga mucho que aportar, lamentablemente, al malestar de la cultura que ya aventuró Freud en su día.
De todo ello y mucho más pudimos reflexionar con Eduardo Lago. El tiempo dedicado a preguntas se habría prolongado más porque lo que teníamos encima de la mesa era un menú de significantes que bien habría valido para un banquete.
Pausa para comer. Seguimos para bingo. El viento continúa agitando las mentes en un zumbido impertinente que se amplifica según pasan las horas. Creo que es ese mismo viento el que intenta esparcir letras para que este Festival de la Literatura Amplificada reciba merecidamente su nombre. Creo también que estoy delirando y que convendría ingerir alimentos.
La siguiente charla, en los stands del Pati de les Dones, venía a cargo de Víctor Hurtado, agente literario de dilatada trayectoria, responsable de la repercusión comercial que pueda tener la obra, o de olfatear en todo caso potenciales autorías con nombre. La figura de un agente literario se asemeja a la de un labrador de prestigio, cuyo oficio se enfoca en la búsqueda y el descubrimiento de autores. Los asistentes a esta bookcamp venían de todos los polos de la creación literaria. Así pudimos escuchar, plastificados dentro del stand, cómo funcionan las ferias más prestigiosas del sector: Guadalajara, Chile, Londres. Interesantísma explicación del rol de los traductores en ferias como la de Londres, donde los versadores de lenguas acuden a este tipo de eventos con ánimo de promocionarse y con herramientas en su poder. En efecto, como Hurtado explicó, son los mismos traductores ingleses los que van a las ferias con una muestra de traducción y los que persiguen la publicación de determinadas traducciones que les interesan como profesionales. ¡Apunten! Nada más que añadir.
No hay pausa que valga. Gano el pulso del tiempo porque me voy directa a la siguiente conferencia -taller de Laura Borrás, profesora universitaria de Lenguas Románicas. Lleva por título El canon de la modernidad literaria: la Electronic Literature Collection. Por ambicioso que parezca, Borrás ha participado en la selección e identificación de una extensa cantidad de obras internacionales, creadas en formato digital y con todas las posibilidades que éste brinda, con el fin de establecer una antología de literatura digital que pueda representar un canon literario o foto fija (durante un segundo) de lo que se está haciendo ahora mismo en términos de literatura pensada y confeccionada con la plataforma que brindan las nuevas tecnologías. Inabarcable propósito totalmente subyugado a la subjetividad del lector o del lector-espectador, pero interesante por otro lado si tenemos en cuenta que, como Borrás explicaba, los nuevos formatos son capaces de generar nuevas tipologías formales. Yo no lo llamaría ‘tipologías’, pero sí lenguajes. Con un ‘pantallazo’, ¿puedes crear? Con un ‘efecto de movimiento’ sobre las líneas que escribes en tu ordenador, ¿puedes originar una obra? Sí, puedes crear y las posibilidades son infinitas. De todas formas, lo que importa es el contenido. El canon pretende asentar neología sobre la literatura moderna, pero en Kosmopolis se sigue hablado de Kafka, de los sofistas, de Hamlet.
Contenido o continente. Significado o significante. No importa mucho ahora porque está a punto de dar inicio la conferencia de Alberto Manguel a propósito del 150 aniversario de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas. La guinda del pastel.
Alicia y los sueños de la razón es el título de la conferencia que nos aguarda. De pie ante el atril, Manguel habló guarnecido nada más que por su propio discurso. El límite de atención que es capaz de prestar la mente humana se dilata sin problemas al escuchar al escritor y traductor, cuya famosa cita sobre el oficio de traducción fue la encargada de inaugurar ¡este mismísimo blog! Manguel habló de la aparente cordura que somos; de la estrambótica naturalidad con la que Alicia presenta su mundo -un mundo que representa un pacto, como pacto es nuestra cultura- y de las paradojas que nos conducen a cuestionarnos a nosotros mismos qué somos en realidad. Es lo mismo que hace Alicia, una niña que construye este envidiable País. El impulso que ejerce Manguel sobre sus palabras pronunciadas mantiene a la audiencia en su sitio. ¡Y eso con tan sólo un atril! Y un traje elegante, claro. A Alicia le aguardan muchas más lecturas y con ella nos llega la esperanza por fin porque creo que en esta edición del Kosmopolis 2015 me he vuelto a repetir un pensamiento cíclico: con el lenguaje, se puede construir (también destruir) todo lo que quieras.