Inició ella un debate
hace tiempo;
lejos de salas, salones
o suntuosas gasolineras.
Se dispone ahora, por fin,
a enhebrar, presto a ello,
sus miedos y mierdas.
Pero, justo antes de sumirse
en su elocuente silbido gutural,
sacudido por ráfagas de ira
e inanición,
espera todavía un poco más
a las miradas de los parlantes,
a su sucia suspicacia,
al miedo a todo y a nada.
Menos mal que a veces, muy de vez en cuando,
halla un extraño paquete blanco
ante el cual pestañea:
Es la contemplación pura
de letras,
puestas fuera de lugar;
de letras
que deberían estar
en una vereda de sonrojados alientos,
henchidos de paz y promesas de amor infinitas.